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Antònia Vicens antes de la poesía

por Andrés Gastey

El jurado que concedió a Antònia Vicens el Premio Nacional de Poesía en 2018 distinguió, en su obra Tots els cavalls, «una vocación poética que contempla toda una vida a través del tamiz de una expresión seca, dura, inquieta y fulgurante». Esa vocación poética es relativamente reciente. Y, lo que resulta extraordinario, nació en una fecha concreta: según ella misma ha contado, la autora empezó a escribir poesía un 3 de agosto de 2006, cuando de pronto le asaltaron imágenes y recuerdos que encontraron, por primera vez en su vida, inmediatamente y de manera espontánea, su expresión escrita en los versos de Lovely, su primer poemario. Antònia Vicens no era entonces, sin embargo, ninguna novata para la literatura en catalán. Se trataba, al contrario, de una prosista acreditada, con un largo recorrido reconocido con premios prestigiosos, incluida la Cruz de Sant Jordi.
Antònia VicensEl año anterior a su epifanía poética, la autora había reunido en un solo volumen, Tots els contes, el conjunto de su narrativa breve. Esta es la colección que ahora se presenta en castellano. En su publicación de 2005, el volumen comprende una nota de la escritora, en la que explica la procedencia de sus escritos, además del porqué de haberlos ordenado en sentido cronológico inverso; y tres prólogos, que por su enjundia también se han traducido en esta edición, y que aquí se ofrecen a modo de apéndices.
El prólogo para Todos los cuentos de Gabriel Sampol describe cómo la prosa de Antònia Vicens refleja una opción por la dificultad: en los temas, en los personajes, en la construcción del relato y en el lenguaje. Los cuen-tos, a su juicio, son parte orgánica de la «maquinaria sorprendente» que es la narrativa de la autora, quien logra transmitir, dice, intensidad con aparente sencillez. El segundo prólogo es el que Maria Aurèlia Capmany redactó en 1980 para Primera Comunión. En él caracterizó la escritura de Vicens como «una sorprendente mezcla de fuerza y de gracia», y anticipó con intuición el paralelismo entre el aprendizaje de la prosa de Antònia Vicens y la poesía que, en esa época, era ajena por completo al mundo creativo de la escritora. La prologuista se mostró, también, particularmente perspicaz destacando el tono vitalista y alegre que caracteriza un material narrativo cuyo fondo es a menudo sombrío.
Y en el último prólogo, el primero cronológicamente pues data de 1967, Bernat Vidal i Tomàs explica al introducir Banco de madera las circunstancias improbables y la poderosa vocación que llevaron a la entonces joven de veinticinco años a irrumpir con fuerza en el panorama de la creación literaria en catalán.
Los tres prólogos —hoy apéndices— dan, pues, buena idea del singular privilegio que constituye el contemplar en este libro el despliegue de toda una trayectoria de más de cuarenta años de perfeccionamiento en la construcción de una voz narrativa; y, a la vez, el atisbar y comprender el universo de referencias que luego ha alimentado la fulgurante etapa poética de la autora.
Por eso, verter al castellano la prosa de Vicens es complejo y requiere un ejercicio de humildad. El idioma de la autora es rico y combina registros distintos. Sin renunciar al refinamiento metafórico, ella tiene un oído particularmente atento para escuchar y reproducir el habla común de su pueblo: aunque bebe en la lengua de la que fue su calle (la Calle Rafalet de Santanyí, donde vivió con sus padres), y abundan los términos propios de la tierra y del medio en que vivió, incluso los localismos, la autora conoce, y utiliza también, el catalán más ele-vado y literario. Son, por otro lado, muy peculiares su uso de la sintaxis y de la puntuación y su combinación de monólogos interiores con diálogos implícitos, que el traductor se ha esforzado por respetar, aunque llevan a veces a pasajes fragmentados en los que la impresión prima sobre la precisión.
Finalmente, el anclaje de los cuentos en un arco temporal de cuatro décadas de transición, desde la existencia pobre, católica y aletargada del Sur rural y pesquero de Mallorca al mundo desarticulado nacido del torbellino del turismo, que arrasó con las formas tradicionales de vida, añade, al propiamente literario, un valor casi documental a una colección de historias donde las mujeres mallorquinas, sus pensamientos y sus palabras, desempeñan un papel central, completando un cuadro fundamental para entender nuestro reciente pasado.

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